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La ciudad de Dios

mejor decir, quietud y descanso, qué tal ha de ser, ai quiero decir la verdad, no lo sé, porque nunca lo he visto por los sentidos corporales. Y ai dijese que lo he inspeccionado con el espíritu, esto es, con la inteligencia, ¿qué es nuestra comprensión, comparada con aquella excelencia? Reinará allí la paz de Dios, la cual, como dice el Apóstól, «supera todo entendimiento»». ¿Cuál sino el nuestro, ó quizá también el de los santos ángeles? Porque no hemos de decir que sobrepnja igualmente al entendimiento de Dios. Luego si los Santos han de vivir en la paz de Dios, sin duda vivirán en quella paz que excederá todo entendimiento. Que sobrepuje al nuestro no hay duda, y ai supera también al de los ángeles, pues tampoco á éstos parece que los exceptúa, el que dice «todo entendimiento», conforme á esta persuasión, debemos entender que la paz de Dios la conoce Dios; pero no la podemos conocer nosotros, ni tampoco ángel alguno. Sobrepuja á todo entendimiento, es decir, exceptuando el suyo. Mas porque también nosotros, según nuestra capacidad, cuando nos hiciere participantes de su paz hemos de tener en nosotros y entre nosotros y con él suma paz, según á lo que se extienda nuestro estado, también según su capacidad la saben los santos ángeles. Pero los hombres ahora sin comparación mucho menos, por más excelentes que sean en espíritu: porque debemos considerar cuán grande era el Apóstol, quien decía: «En parte y no del todo sabemos en la actualidad, y en parte profetizamos hasta que llegue lo que es perfecto y vemos ahora por espejo en enigma; pero entonces será cara á cara».

Gozan ya de esta vida los santos Ángeles, los cuales se llaman asimismo nuestros ángeles, porque, librados del poder de las tinieblas y trasladados al reino de Cristo, habiendo recibido la prenda del espíritu, hemos comenzado ya á ser de la parte de aquellos ángeles