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La ciudad de Dios

viar á aquel Dios á quien dan un tan singular testimonio, el agravio sin duda lo hacen aun mayor diciendo que debe entenderse de otra manera, y no como lo creyó el mundo, que él mismo alabó, prometió y cumplió que había de creer. Y por qué, pregunto, no podrá hacer que resucite la carne y viva para siempre? ¿Aca 80 creeremos que no permitirá esto porque es cosa mala é indigna de Dios? De su omnipotencia, con que obra tantas y tan grandes maravillas increibles, ya hemos insinuado muchas. Y si buscan alguna que no pueda practicar el Todopodero, hay una, yo lo diré, que no puede mentir. Creamos, pues, lo que puede, y no creamos lo que no puede. Creyendo que no puede mentir, crean que hará lo que prometió que había de hacer.

Y creanlo como lo creyó el mundo, de quien dijo que lo había de creer, á quien alabó que lo había de creer, prometiendo que lo había de creer, y de quien efectivamente lo ha manifestado ya que lo ha creído. Que esto sea cosa mala y excusada, ¿por dónde lo muestran?

Porque allí no ha de haber corrupción, que es el mal del cuerpo. Del orden de los elementos ya hemos disputado, y de las conjeturas de los hombres bastante hemos hablado. Cuánta facilidad ha de tener en el movimiento el cuerpo incorruptible, del temperamento de la buena disposición y salud de esta vida, la cual en ninguna manera debe compararse con aquella inmortalidad, bastantemente, á lo que entiendo, lo he tratado en el libro XIII; lean lo que queda dicho en esta obra los que no la han leído, ó no quieren acordarse de lo que leyeron.