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San Agustín

CAPÍTULO XXV

De la pertinacia de algunos en contradecir la resurrección de la carne, que, como queda dicho, la cree todo el mundo.


Pero en lo tocante á los bienes, de que el espíritu gozará después de esta vida, dichoso y bienaventurado, no diferencian de nosotros los filósofos celebrados, que nos contradicen y debaten el punto de la resurrección de la carne. Esto, en cuanto pueden, lo niegan; pero los infinitos que lo han creído, dejan muy disminuído el número de los que lo niegan, y vemos que á Cristo, quien en su resurrección hizo demostración de lo que á estos insensatos les parece absurdo, se han convertido con corazón fiel, doctos y necios, sabios é ignorantes de este mundo. Por eso creyó el mundo lo que dijo Dios, el cual también dijo, que este punto había de creerlo todo el orbe. No le compelieron á que lo dijese tanto tiempo antes con tan singular gloria de los creyentes, los maleficios y hechicerías que dicen de San Pedro, pues él es aquel Dios (como lo he dicho ya algunas veces, y no me arrepiento de repetirlo mediante á que lo confiesa Porfirio, y procura probarlo con los oráculos de sus dioses) á quien temen, y de quien tienen horror los mismos demonios; á quien elogió dicho filósofo de tal suerte, que le llama no sólo Dios Padre.sino también rey. De ningún modo debemos entender lo que Dios dijo de la manera que quieren aquellos que no han creído lo que anunció que había de creer el inundo. Y pregunto: ¿Por qué no creen como el mundo, y no como unos pocos bachilleres que no han querido creerlo, lo que dijo que había de creer el mundo? Porque sí dicen que se debe creer de otra manera, asegurando que es vano lo que dice la Escritura, por no agra.