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La ciudad de Dios

finidad de virtudes? Y todo esto, consuelo es y alivio de gente miserable y condenada, no premio de los bienaventurados. ¿Qué tales serán aquellos bienes, si estos son tantos, tales y tan grandes? ¿Qué dará á los que predestinó para la vida el que dió éstos aun á los que predestinó para la muerte? ¿Qué bienes hará que alcancen en aquella vida bienaventurada aquellos por quienes en esta miseria quiso que su Unigénito padeciese tantos males é infortunios hasta la muerte? Así dice el Apóstol, hablando de los predestinados para aquel reino, «el que no perdonó á su propio hijo, sino que le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar también con él todo cuanto hay?» ¿Cuáles seremos? ¿Qué bienes recibiremos en aquel reino, pues muriendo Cristo por nosotros hemos recibido ya tal prenda? ¿Cuál será el espíritu del hombre cuando no tenga género de vicio, ni aun vicio á quien poder estar sujeto, ni á quien poder ceder, ni contra quien, aunque sea con honra y gloria suya, pueda contrastar estando en la perfección de una suma y tranquila virtud? ¿Cuán grande, cuán hermosa, cuán cierta ciencia tendrá allí de todas las cosas, sin error ni trabajo alguno, donde gustará y verá la sabiduría de Dios en su propio origen con suma felicidad, y sin ninguna dificultad? ¿Qué tal será el cuerpo, que estando del todo sujeto al espíritu, y con él suficientemente vivificado, se verá sin tener necesidad de alimentos? Porque no será animal, sino espiritual, y aunque tendrá substancia de carne, la tendrá sin ninguna corrupción carnal.