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San Agustín

bre, aunque postrado y condenado á tantos trabajos y miserias, para que la goce y se aproveche de ella, ¿con qué palabras la referiremos? ¿Qué diré de la belleza tan grande y tan varia del cielo, de la tierra y del mar, de una abundancia tan grande, y de la hermosura tan admirable de la misma luz, en el sol, luna y estrellas, de la frescura y espesura de los bosques, de los colores y olores de las flores, de tanta diversidad y multitud de aves tan parleras y pintadas, de la variedad de especies y figuras de tantos y tan grandes animales, entre los cuales los que tienen menor grandeza y cuerpo nos causan mayor admiración? Porque más nos admiran las maravillas que hacen las hormigas y abejas, que los disformes cuerpos de las ballenas. ¿Y qué diré del hermoso espectáculo del mar cuando se viste como de librea de diferentes colores, variando su color de mu chas maneras, ya de un verde rojo, ya de un verde azul?

¿Con cuánto deleite no le miramos cuando se embravece y nos causa en ello mayor suavidad, siempre que le veamos sin exponernos al combate de las olas? ¿Qué diremos de la abundancia tan copiosa de manjares contra los asaltos del hambre? ¿Qué de la diversidad de los sabores contra el fastidio de la naturaleza, comunicada del cielo, no buscada con el artificio é industria de los cocineros? ¿Qué de los auxilios y remedios de tanta diversidad de objetos para conservar y alcanzar la salud? ¿Cuán agradable no es la sucesión del día y de la noche, y la suave templanza del blando y fresco viento? En las plantas y animales ¿cuánta matería y abundancia para adornar y vestir nuestra desnudez? ¿Y quién será bastante á referirlo todo? Esto sólo, que brevemente he como aglomerado, si lo intentase extender y desenvolver, y ponderarlo y examinarlo circunstanciadamente, ¿cuánto convendría detenerme en cada ente de por sí, donde se encierran tanta in-