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La ciudad de Dios

+ dolos cortando é inspeccionando menudamente; y en los cuerpos humanos inhumanamente han buscado todos los escondrijos y secretos para saber qué, cómo y en qué lugares habían de curar, con todo, los números de que voy hablando y de que consta la trabazón interior y exterior de todo el cuerpo, como de un órgano, que en griego se dice armonia, ¿para qué tengo de decir que nadie los ha podido hallar puesto que nadie se ha atrevido á buscarlos? Los cuales, si se pudieran conocer aun en las partes interiores que no hacen ostentación de gala, tanto nos deleitara la hermosura de la razón, que á cualquiera forma aparente, visible y agradable á los ojos, se aventajara y antepusiera á juicio y dictamen de la misma razón que se sirve de los ojos. Hay algunas cosas en el cuerpo que sólo sirven de ornato, sin tener uso ni utilidad alguna, como en el pecho del hombre los pezones, en el rostro las barbas, que no nos sirven de fortaleza, sino de ornamento varonil, como nos lo demuestran las caras tersas y limpias de las mujeres, á las cuales sin duda, como á más débiles, conviniera más el fortalecerlas. Luego no hay miembro alguno, á lo menos en estos que se ven (de que no hay duda) que no sirva de algún efecto, que no sirva también de algún adorno, y si hay algunas cosas que sólo sirven de ornato y no sirven para destino alguno, pienso que fácilmente se deja entender que en la fábrica del cuerpo prefirió el autor la hermosura á la necesidad. Porque, en efecto, la necesidad se ha de acabar y llegará el tiempo en que gocemos uno de otro de sola la hermosura sin ningún género de malicia, lo cual particularmente lo debemos referir á gloria del Criador, á quien decimos en el Salmo: «que se ha vestido de alabanza y hermosura».

Toda la demás belleza y utilidad de las cosas criadas, de que la divina liberalidad ha hecho merced al hom-