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La ciudad de Dios

rán con la violencia del fuego: entonces sonará desde el Cielo la trompeta con eco lamentable y triste, llorando la culpa del mundo, sus dolores y trabajos; y abriéndose la tierra, descubrirá el profundo caos del abismo infernal: los reyes comparecerán ante el tribunal del Señor: lloverá el Cielo fuego, mezclado con arroyos de azufre». En estos versos latinos, traducidos imperfectamente del griego, no se pudo encontrar el sentido que se encuentra cuando vienen a unirse las letras con que principian los versos, donde en el griego se pone la letra Ypsilón, mediante á no haberse podido hallar palabras latinas que comenzasen en esta letra y fuesen á próposito para el sentido. Estos son tres versos, el 5.°, el 18 y el 19. En efecto; si uniésemos todas las letras que se hallan en el principio de todos los versos, sin que leamos las tres que hemos dicho, sino que en su lugar nos acordemos de la Ypsilón, como si estuviera puesto en aquellos versos, se hallará en cinco palabras, JesusChristus, Dei Filius Salvator, Jesucristo Hijo de Dios, Salvador del mundo; pero diciéndole en el idioma griego, no en el latino. Siendo, como son, veinte y siete los versos, este número forma un ternario cuadrado integro, porque multiplicados tres por tres hacen nueve, y si multiplicásemos las nueve partes, para que de lo ancho se levante la figura en alto, serán veinte y siete. Y si de estas cinco palabras griegas, que son Jesus Christos Tu Yos Soter, que en castellano quieren decir, Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador del mundo, juntásemos las primeras letras, dirán ixtios, esto es, pez, en cuyo nombre se entiende misticamente Cristo, porque en el abismo de la mortalidad humana, como en un caos profundo de aguas, pudo vivir, esto es, sin pecado. Esta Sibila, ya sea la Erithrea, ó como algunos opinan, la Cumana, no sólo no tiene en todo su poema, cuya mínima parte es esta, expresión alguna que pertenezca al