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La ciudad de Dios

los hombres para la generación, y, no obstante, quisiera Dios llenar la tierra de hombres, así como crió uno sin tener necesidad del ayuntamiento del hombre y de la mujer, así también pudiera criarlos á todos; y los que se juntan si el Señor no los cría, ellos no engendran.

Así como dice el Apóstol de la institución espiritual con que el hombre se forma en la piedad y justicia: «ni el que planta es alguna cosa, ni el que riega, sino el que le da virtud para que crezca, que es Dios», así también puede decirse aquí: ni el que se junta con la mujer, ni el que siembra es alguna cosa, sino el que le da la forma y el ser, que es Dios, ni la madre que trae la criatura en el vientre y le sustenta es alguna cosa, sino el que le da incremento, que es Dios. Pues el Se.

ñor con aquella operación «con que todavía obra» hace que las semillas desplieguen sus números y tomen su perfección; y de ciertos envoltorios secretos é invisibles los saquen y desenvuelvan en las formas visibles de tanta hermosura como vemos.

Casando y trabando con admirable modo la naturaleza incorpórea con la corpórea, señora aquélla y ésta sujeta, hace un animal, y esta obra de sus manos es tan grande y tan estupenda, que, no sólo al que la considerase en el hombre, que es animal racional, y por eso el más excelente y aventajado de todos los anima—les de la tierra, aino en el más diminuto mosquito del mundo, le causará estupor en el entendimiento y le hará dar mil alabanzas y bendiciones á au Criador. Así que él mismo concedió al alma del hombre entendimiento, en la cual la razón é inteligencia en los niños está en cierto modo adormecida como si no la hubiera, para que la despierten y ejerciten cuando llegue la edad enque viene á ser capaz de las ciencias y doctrina, y hábil é idónea para entender la verdad y aficionarse á lo bueno, con cuya capacidad aprenda la sabiduría y al