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San Agustín

mentos para hacer mal; para que el ojo no vaya tras lo que desea el apetito; para que no nos rinda el deseo de venganza; para que no se detenga la vista ó el pensamiento en lo que nos deleita con daño; para que no oigamos gustosamente palabras malas ó indecentes; para que dejemos de hacer lo que no es lícito; aunque nos convide el sentido del gusto; para que en esta guerra tan cercada de trabajos y peligros no confiemos en nuestras fuerzas la victoria que estuviere por alcanzar, o la ya conseguida la atribuyamos á nuestras fuerzas, sino á la gracia de aquel de quien dice el Apóstol: «gracias a Dios que nos da la victoria por nuestro Señor Jescristo». El cual asimismo dice en otro lugar: «de todos estos riesgos salimos vencedores con grandes ventajas por aquel que tanto nos amó». Debemos tener por cierto que con cualquiera virtud ó destreza que peleemos, resistamos á los vicios y aun los venzamos y sojuzguemos, ínterin estuviéremos en este cuerpo, no nos puede faltar motivo para decir á Dios: «pérdónanos nuestras deudas». Pero en aquel reino donde estaremos siempre con los cuerpos inmortales, ni tendremos gueFras que ganar, ni deudas que pagar, las cuales jamás las hubiera si nuestra naturaleza perseverara y se conservara en la rectitud que Dios la crió. Y por eso esta nuestra batalla donde corremos riesgo y peligro, y de que deseamos salir libres con una última y final victo ría, pertenece también á los males y trabajos de esta vida, la cual hemos probado bien claro haber sido condenada por testimonios de tantos y tan grandes males y trabajos.