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La ciudad de Dios

CAPÍTULO XXIII

De las cosas que fuera de los males y trabajos que son comunes À los buenos y á Los malos, especialmente pertenecen al trabajo de los justos.


Fuera de los males de esta vida mortal, comunes á los buenos y á los malos, tienen también en ella los justos sus molestias propias con que contrastan los vicios, y pasan su vida en las tentaciones y peligros de semejantes batallas, pues unas veces más y otras menos, nunca deja la carne de desear contra el espíritu, y el espíritu contra la carne, para que no ejecutemos lo que queremos, dando fin y consumiendo toda mala concupiscencia, sino para que no consintiendo con ella, la sujetemos cuanto pudiéremos con el favor de Dios, viviendo en continua vela á efecto de que no nos engañe la opinión aparente y verosimil; para que no nos alucine la razón astuta; para que nos cieguen las tinieblas de algún error; para que no creamos que lo que es bueno es malo, ó lo que es malo es bueno; para que el temor no nos aparte de lo que debemos practicar; para que no se ponga el sol, durándonos el rencor y enojo; para que los odios no nos con viden á volver mal por mal; para que no nos sofoque alguna singular y extraordinaria tristeza; para que la ingratitud no nos haga flojos y tardos en hacer bien; para que la conciencia sana no se turbe y congoje por las detractaciones y murmuraciones; para que la sospecha temeraria que tuviéremos de otro no nos engañe; para que la falsa que otros tienen de nosotros no nos quebrante y desmaye; para que no reine pecado en nuestro cuerpo mortal condescendiendo á sus deseos; para que nuestros miembros no sirvan al pecado de armas é instru-