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La ciudad de Dios

.14 sus graneros con grande porción de trigo. Contra diversidad tan singular de la guerra que nos hacen los demoníos, ¿quién puede estar confiado en su inocencia? Para que ninguno lo esté, en algunas ocasiones de ra trabajan y fatigan á los niños bautizados, no habiendo objeto más inocente que ellos, permitiendo así Dios que se vea la miserable calamidad de esta vida, y lo que debe desearse la felicidad de la futura. En el mismo cuerpo humano hay molestias nacidas de enfermedades, que aún no se conocen ni están escritas, ni explicadas todas en los libros de los médicos. Y en los más de ellos, los más selectos específicos, auxilios y inedicamentos que se hallan, son tormentos inventados para libertar al hombre del riesgo de los dolores con penosa medicina. ¿Acaso no ha traido el insufrible ardor de la sed á los hombres á que beban los crines de otros hombres, y aun los suyos propios? ¿Acaso el hambre no ha reducido á los hombres á que no hayan podido abstenerse de las carnes de los hombres, y que se hayan comido, no á hombres que los hallaron muertos, sino habiéndolos ellos mismos muerto con este intento por su propia mano, no á cualesquiera extraños, sino con inhumanidad increible que causaba el hambre rabiosa que se experimentaba, las madres á sus hijos? Y, finalmente, el mismo aueño, que propiamente tomó el nombre de reposo y quietud, ¿quién será bastante á declarar cuán inquieto y desasosegado está muchas veces con los objetos que se representan en sueños, y con cuán terribles miedos y espantos de cosas falsas representadas tan al vivo que no las podemos distinguir de las verdaderas, perturba é inquieta el miserable espíritu y los sentidos, con cuya ilusión y falsedad de visiones más maravillosamente son fatigados y acosados, aun velando, ciertos enfermos y hechizados? Los malignos demonios á veces engañan también á los hombres sanos