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La ciudad de Dios

za, por lo que redunda en gloria de Dios, y de lo intimo del corazón, ardiendo en amor santo, dijo el Real Profeta: «enamorado estoy, Señor, de la hermosura de vuestra casa». Por los dones y gracias que distribuye en esta vida miserable á los buenos y á los malos, vamos conjeturando con sus divinos auxilios, según podemos, cuán grande y apreciable sea aquel don y gracia del cual, no habiéndole aun experimentado, no podemos dignamente hablar. Porque paso en silencio cuándo Dios hizo al hombre recto; dejo aquella vida feliz y bienaventurada que pasaron aquellos dos primeros casados en la amenidad, fecundidad y delicias del Paraíso, siendo tan breve, que no pudo llegar á noticia de sus hijos; en esta que nosotros conocemos, en que todavía vivimos, cuyas tentaciones, ó por mejor decir, en esta misma, que es tentación, entre tanto que en ella estamos, por más que aprovechemos, no dejamos de padecer; ¿quién será bastante á explicar las señales y demostraciones que experimentamos de la bondad de Dios para con el linaje humano?



CAPÍTULO XXII

De las miserias y penalidades & que está sujeto el hombre pur causa de la primera culpa, y cómo ninguno se libra de ellas sino por la gracia de Cristo.


Que todo el lizaje de los mortales fué condenado por la primera culpa lo testifica esta misma vida, si debe llamarse vida, la cual estará llena de tantos y tan molestos trabajos; porque ¿qué otra cosa nos manifiesta la horrible profundidad de la ignorancia, de donde resulta todo el error que acoge y recoge á todos los hijos