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San Agustín

CAPÍTULO XXI

De la novedad del cuerpo espiritual, en que se mudará la carne de los Santos.


También se les ha de restituir todo lo que se les hubiero perdido, así á los cuerpos vivos como á los muertos, y juntamente con ello lo que quedó en las sepulturas, y mudando el cuerpo viejo animal en cuerpo nuevo espiritual, resucitarán vestidos de incorrupción é inmortalidad. Si en algún caso grave ó por la crueldad de los enemigos todo el cuerpo se hubiera resuelto en polvo, esparciéndolo por el aire ó por el agua, sin dejar en ninguna parte en cuanto fuera posible rastro de él, con todo, por ningún motivo le podrán sacar fuera de la jurisdicción del Criador omnipotente, sino que ni un solo cabello de su cabeza se perderá. Así, pues, la carne espiritual estará sujeta al espíritu, siendo, aunque carne, no espíritu, así como el mismo espíritu carnal estuvo sujeto á la carne, siendo, aunque espíritu, no carne. Porque no según la carne, sino según el espíritu, eran carnales aquellos á quienes decía el Apóstol: «no he podido hablaros como á espirituales, sino como á carnales»». En esta vida el hombre se llama espiritual, cuando todavía es en el cuerpo carnal, y halla en sas miembros otra ley repugnante y contraria á la ley de su espíritu. Y será igualmente en el cuerpo espiritual cuando la misma carne resucitare; de manera que se haga lo que dice la Escritura: «que se sembrará el cuerpo animal, y nacerá el cuerpo espiritual». Y cuál y cuán grande sea la gracia del cuerpo espiritual, porque aun no lo hemos visto por experiencia, recelo no se tenga por temerario todo lo que de ella se dice. Con todo, porque no es razón omitir el gozo de nuestra esperan-