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La ciudad de Dios

$35 na suya en ningún rincón de la naturaleza, de donde quiera que quisiere podrá sacarla y restablecerla el Señor Todopoderoso. Mas por lo que dijo la misma verdad: «que un cabello de vuestra cabeza no se perderia»; es desatino que pensemos que, supuesto que no puede perderse un cabello de la cabeza, se puedan perder tantas carnes como comió y consumió el hambre. Consideradas y expuestas todas estas razones, según lo exigen nuestras débiles fuerzas intelectuales, ae deduce expresamente esta conclusión: que en la resurrección de la carne que ha de haber para siempre, la grandeza de los cuerpos tendrá aquella medida y tamaño que tenía la razón naturalmente impresa en el cuerpo de cada uno para perfeccionar la juventud, ó la que tenía cuando estaba ya perfecta, guardando también en la forma y disposición de todos los miembros su conveniente proporción y decoro. Y para que se conserve este decoro cuando se quitare algo á alguna grandeza indecente que hubiere en otra parte, y se esparciere ó repartiere por todo, para que ni aquéllo se pierda y en todo se conserve la congruencia y conveniencia de las partes, no es absurdo creer que de allí se puede también añadir algún tanto á la estatura del cuerpo, pues se distribuye á todas partes, á fin de que guarden en an decoro y hermosura aquello que si estuviera disformemente en una, no sería decente. Y si porflaren todavía que resucitará cada uno en la misma estatura de cuerpo en que murió, no hay para qué obstinadamente nos opongamos, con tal que no haya deformidad alguna, ninguna flaqueza, ninguna tardanza, pereza, flojedad ni corrupción, sin que haya cosa que desdiga y no convenga á aquel reino donde los hijos de la resurrección y promisión serán iguales á los ángeles de Dios, cuando no en el cuerpo y en la edad, por lo menos en la felicidad y bienaventuranza..