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La ciudad de Dios

ron sólo ocho personas, no habían pasado más de mil años cuando Nino sujetó á toda el Asia, á excepción de la India: pero Roma á tantas naciones como vemos aujetas al imperio romano, así del Oriente como del Oc cidente, no las domó con aquella misma preateza y facilidad, porque por cualquiera parte que se iba dilatando y creciendo poco a poco las halló robustas y belicosas. Al tiempo, pues, que se fundó Roma, hacia setecientos diez y ocho años que el pueblo de Israel estaba en la tierra de Promisión: de los cuales veinte y siete pertenecen á Josué, y de allí adelante los trescientos veinte y nueve al tiempo de los jueces. Y desde que principió á baber allí reyes, han transcurrido trescientos se senta y dos años, reinando entonces en Judá Achaz, ó según la cuenta de otros, Ecequías, que sucedió á Achaz, del cual consta que, siendo un príncipe lleno de bondad y religión, reinó en los tiempos de Rómulo. Y en la otra parte del pueblo hebreo, que se llamaba Is rael, había empezado á reinar Oseas.



CAPÍTULO XXIII

De la Sibila Erithrea, la cual, entre las otras sibilas, se sabe que profetizó cosas claras y evidentes de Jesucristo.


Por este tiempo dicen algunos que profetizó la Sibila Erithrea. De las sibilas, escribe Varrón que fueron muchas, y no una sola. Esta Erithrea escribió, efectivamente, algunas profecías bien claras sobre Jesucristo, las cuales también nosotros las tenemos en el idioma latino en versos mal latinizados; pero no consta si todos ellos son suyos, por la impericia de cierto intérprete encargado de sus versos, como después llegué á entender: porque Flaviano, varón esclarecido, que fué