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La ciudad de Dios

á los unos se les añadirá algo y á los otros se les quitará.

Por consiguiente, no lo que habían de adquirir con justo título, sino que en alguna parte se les habrá de aumentar lo que no tenían y en otra parte se les habrá de despojar de lo que tenían. Y no poco se conmueven por los diferentes modos con que los cuerpos de los muertos se corrompen y desaparecen, pues unos se convierten en polvo, otros se resuelven y exhalan en aire, á unos los devoran y consumen las bestias, á otros el fuego, otros se sumergen en el mar ó en otras cualesquiera aguas, de manera que sus carnes podridas se resuelven en el elemento húmedo y no creen que todos estos se pueden volver á recoger en su misma carne y reintegrarse en su primitiva entereza; hablan también de las fealdades y vicios, ya sea que sucedan después ó nazcan con ellas; y aquí hacen también alarde con horror y escarnio de los partos monstruosos y preguntan la resurrección que ha de haber de cada deformidad; porque si dijésemos que ninguna cosa de éstas ha de volver al cuerpo del hombre, presumen que han de refutar lo que confesanios de los lugares de las llagas con que resucitó Cristo nuestro Señor. En esta materia, la cuestión y duda más dificultosa de todas es la que se propone sobre á qué carne ha de volverse aquella con que se sustentó el cuerpo de otro, que, compelido de la hambre, comió de un cuerpo humano, mediante á que se convirtió en la carne de aquel que vivió con tales alimentos y suplió los defectos que causó la fiaqueza y estenuación del otro. Preguntan, pues, si se le vuelve á aquel de quien fué primero aquella carne ó á aquel de quien vino á ser por último, lo cual practican con el fin de huir el cuerpo á la fe de la resurrección, y de esta manera prometer al alma del hombre, ó las alternativas verdaderas infelicidades y falsas bienaventuranzas, como lo defendió Platón, ó confesar que tras muchas re-