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La ciudad de Dios

arde, ni las cavernas de la tierra. Y dado que éste sea diferente de aquél, de forma que pueda proporcionarse y acomodarse en los lugares terrenos, ¿por qué motivo no quieren que creamos que la naturaleza de los cuerpos terrenos, hechalya incorruptible, podrá alguna vez acomodarse en el cielo, así como al presente el fuego corruptible se acomoda en la tierra? Luego no alegan razón convincente, ni que persuada sobre la gravedad y orden de los elementos, por la cual despojen á la omnipotencia de Dios de la facultad de no poder hacer á nuestros cuerpos tales, que puedan también vivir en el cielo,



CAPÍTULO XII

Contra las calumnias de los infieles, con las cuales se bur lan de los cristianos, porque creen en la resurrección de la carne.


Pero suelen menudamente preguntar y del mismo modo burlarse de la fe con que creemos que ha de resucitar la carne. Preguntan si han de resucitar los partos abortivos. Y por qué dice el Señor: «en verdad os digo que no perecerá un cabello de vuestra cabeza», si la estatura y vigor corporal han de ser iguales en todos ó ha de ser diferente la grandeza de los cuerpos. Porque si han de ser iguales los cuerpos, ¿cómo han de tener lo que no tuvieron en la tierra en la cantidad del cuerpo aquellos abortos, si es que han de resucitar también? Y si no han de resucitar, porque tampoco nacieron, sino que los malparieron, revuelven la misma cuestión respecto á los niños pequeñuelos. ¿Cómo adquieren el tamaño y cantidad de cuerpo que vemos les falta aquí