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La ciudad de Dios

que todos? ¿Es imposible que el mérito de una naturaleza tan excelente no se aligere y suba su cuerpo al cielo?

Y que siendo ahora poderosa la naturaleza de los cuerpos terrenos para hacer bajar las almas á la tierra, no sean poderosas las almas alguna vez para hacer subir también arriba los cuerpos terrenos? Si nos aproxi mamos á examinar los milagros que hicieron sus dioses, los cuales quieren oponer á los que obran nuestros mártires, ¿acaso no hallaremos que estos mismos milagros favorecen nuestra causa? Porque entre los más nombrados prodigios de sus dioses, sin duda uno es aquel que reflere Varrón, que una virgen vestal, peligrando de ser castigada por una falsa sospecha de haber perdido su virginidad, llenó en el río Tiber un harnero de agua, y sin que se vertiese. ni destilase gota por agujero alguno, le trajo i la presencia de los jueces. ¿Quién detuvo el peso del agua sobre el harnero?

¿Quién por tantos agujeros abiertos no permitió que cayese una sola gota en la tierra? Responderán que algún dios ó algún demonio. Si dios, ¿por ventura es mayor que el Dios que crió y dispuso con tan admirable orden el mundo? Si demonio, ¿acaso es más poderoso que el ángel que sirve y obedece al Dios que hizo este mundo? Luego si un dios menor, ó un ángel ó un demonio pudo detener el peso grave del elemento húmedo, transformando al parecer la naturaleza del agua, será posible que Dios Todopoderoso, que es el que crió los elementos, no pueda quitar al cuerpo terreno el peso grave, para que viva el cuerpo vivificado en el mismo elemento que quiere que viva el espíritu viviflcante? Además, colocando el aire entre el fuego por parte de arriba, y el agua por la de abajo, ¿cómo muchas veces le hallamos entre agua y agua, y entre agua y tierra? Porque ¿qué quieren que sean las nubes cargadas de agua, entre las cuales y el mar se halla el aire?

TOMO IV.