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San Agustín

se acreciente aquella fe con que sostenemos y creemos, no que los mártires son nuestros dioses, sino que tienen y adoran el mismo Dios que nosotros. Finalmente, los infatuados gentiles edificaron templos á sus dioses, les dedicaron aras, consagraron sacerdotes y ofrecieron sacrificios. Nosotros no fabricamos á nuestros mártires templos como á dioses, sino memorias ú oratorios como á hombres muertos, cuyos espíritus viven con Dios; ni allí les dedicamos aras para ofrecer sacrificios á los mártires, sino á un solo Dios, Dios nuestro y de los mártires, en cuyo sacrificio, como á hombres de Dios, y que confesando su santo nombre vencieron el mundo, los acostumbramos nombrar en su lugar y por su orden. Pero el sacerdote que sacrifica, no los invoca; porque á Dios es á quien sacrifica, y no á ellos, aunque sacrifique en la capilla ó memoria de estos bienaventurados, el que es sacerdote de Dios, y no de ellos; y el sacrificio es la oblación del sacrosanto y verdadero Cuerpo de Cristo; el cual no se les ofrece á los santos, por serlo, este mismo sacrificio. A cuáles, pues, será más razón que demos crédito cuando hacen milagros, á los que quieren, baciéndolos, ser tenidos por dioses, ó á los que cualquier milagro que hacen lo hacen para que se crea en Dios, que lo es también Cristo? ¿A los que quieren que entre sus oficios y solemnidades se celebren igualmente sus torpezas, ó á aquellos que no permitieron que sus propias alabanzas se celebrasen en los oficios divinos, sino que todo aquello en que con verdad los elogian, quieren que redunde y se enderece á honor y gloria de aquel por quien son alabados? Porque en el Señor se glorian y alaban sus almas. Creamos, pues, á estos, que nos dicen verdades y obran maravillas, pues diciendo las verdades padecieron para poder hacer prodigios. Entre estas verdades, la principal es que Cristo resucitó de entre los muertos, y fué el prî-