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La ciudad de Dios

lla manera, por un medio y modo que es incomprensible á los mortales; con todo, esto mismo da testimonio á aquella fe que predica la resurrección de la carne para siempre.



CAPÍTULO X

Cuánto más dignamente se reverencian los mártires por cuya mediación se alcanzan que obre Dios muchos milagros, para que se dé el honor y reverencia á Dios verdadero, que no los demonios, quienes hacen algunos para que los tongan por dioses, Aquí acaso dirán que también sus dioses han obrado algunas maravillas, supuesto que ya principian á comparar sus deidades con nuestros hombres muertos; y pregunto: ¿dirán también que tienen dioses que los han formado de hombres muertos, como á Hércules y á Rómulo, y otros infinitos, los cuales entienden que están alistados en el catálogo de los dioses? Pero nosotros no tenemos á los mártires por dioses, porque sabemos que un Dios único es el que tenemos, y los mártires tampoco se deben comparar de ningún modo con los milagros que se hacen en las capillas y oratorios de nuestros mártires, los que se dice que han obrado en los templos de sus dioses; pero si hay alguno que se asemeje, aunque muy remotamente, digo que así como los magos de Faraón quedaron inferiores y vencidos por Moises, así lo quedan los dioses de estos fanáticos por nuestros mártires.
Los demonios los hicieron con el fausto y presunción de su maldita soberbia, por querer hacerse deidades de ellos; más los mártires los hacen, ó, por mejor decir, los hace Dios, ó suplicándoselo ellos, ó cooperando con su poderoso influjo para que