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San Agustín

CAPÍTULO IX

Que todos los milagros que se hacen por los mártires en nombre de Cristo dan testimonio de aquella' fe con que los mártires creyeron en Cristo.


Estos milagros, ¿de qué otra fe dan auténtico testimonio sino de esta en que se predica que Cristo resucitó en carne, y que subió á los cielos con su propia carne? Porque aun los mismos mártires de esta fe fueron mártires, esto es, testigos, y dando testimonio á esta fe, sufrieron al mundo, acérrimo y cruel enemigo, y le vencieron, no resistiendo, sino muriendo. Por esta fe murieron los que pueden alcanzar estas singulares gracias del Señor, por cuyo santo nombre dieron sus vidas.

Por esta fe precedió su admirable tolerancia, para que en estos milagros se siguiera esta tan grande potencia y virtud: porque si la resurrección de la carne para siempre, ó no sucedió ya en Cristo, ó no sucederá, como lo dice Cristo, ó como lo han anunciado los profetas que nos vaticinaron á Cristo, ¿cómo pueden tan estupendos prodigios los mártires que dieron su vida por esta fe, con la cual se predica esta resurrección? Porque ya el mismo Dios haga estas maravillas por sí mismo del modo totalmente almirable, con que, siendo eterno, obra las cosas temporales; ya por aus ministros, y estas mismas que obra por sus ministros, ya las haga también por los espíritus de los mártires, como por hombres que están todavía en sus cuerpos, ya las obre todas por los ángeles, á quienes manda y ordena invisible, inmutable é incorpóreamente, de modo que lo que decimos que se hace por los mártires se haga únicamente por su ruego, impetrándolo ellos, y no obrándolo, ya unos prodigios se ejecuten de esta, otros de aque