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La ciudad de Dios

Real esta memoria, y habiendo infinitos prodigios, de los cuales es indudable que no se han presentado testimonios, los que han exhibido llegan ya casi á setenta cuando yo escribía éstos. Pero en Calama, donde el mismo memorial tuvo su primer exordio y se dan con más frecuencia, es inconcebiblemente mayor el número de los milagros que se refieren. Sabemos también de otras muchas maravillas que ha obrado el mismo santo mártir en la colonia de Uzali, que está cerca de Utica, cuyo testimonio archivó allí mucho antes que tuviésemos noticia de él en este país, el obispo Evodio.

No hay allí costumbre de dar memoriales, 6, por mejor decir, no la hubo antes, porque acaso al presente habrá ya comenzado á usarse; pues hallándome en aquel pueblo hace poco tiempo, exhorté con beneplácito del obispo de dicho lugar á Petronía, señora ilustre, que había sanado milagrosamente de una peligrosa y larga enfermedad (en que nada aprovecharon todos los remedios que usaron los médicos), á que diese su relación para que se recitase al pueblo, á lo que condescendió gustosamente. En el cual insertó también lo que aquí no puedo pasar en silencio, aunque me obliga á apresurar lo que me resta de esta. obra. Dice que la persuadió un judío á que metiese en una cinta hecha de cabellos un anillo, y se la ciñese á raíz de la carne debajo de todos los vestidos, y que el anillo tenía debajo de la piedra preciosa una piedra que se halla en los riñones de los bueyes; ceñida con este aparente remedio, caminaba á la capilla del santo mártir. Pero habiendo salido de Cartago, y llegando cerca del río Bragada, se detuvo allí en una heredad suya. Al levantarse para continuar su camino, vió delante de sus pies, en el suelo, aquel anillo, y admirándose, tentó la cinta de cabellos en que le traia atado. Hallándola atada como la había puesto, con sus nudos muy firmes, sospechó que el