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San Agustín

En el mismo pueblo, entre nosotros, murió de enfermedad el hijo de un cobrador de rentas, llamado Ireneo, y estando tendido el cuerpo difunto, y disponiéndole ya con gemidos y lágrimas las exequias, uno de sus amigos, entre los consuelos que otros le daban, le advirtió que untase el cuerpo con el aceite de la lámpara del mismo santo mártir; hízolo así, y revivió el hijo.

Asimismo, aquí entre nosotros, Eleusino, tribuno, puso á un niño hijo suyo, que se le había muerto de enfermedad, sobre la reliquia del santo mártir, que está en una aldea suya propia, y después de haber hecho oración con mucho fervor y copiosas lágrimas, allí mismo le recibió vivo.

SAN AGUSTIN ¿Qué haré ahora? Pues me insta la palabra que di de acabar esta obra, de forma que no puedo relacionar todo lo que sé, y sin duda la mayor parte de nuestros católicos cuando leyeren estos prodigios se quejarán justamente de mí porque he omitido muchas maravillas, de las cuales, como yo, tienen exacta noticia. Suplícoles me perdonen y consideren cuán largo sería emprender lo que me fuerza no ejecutar aquí la necesidad del fin que me he propuesto en esta obra. Pues dejando aparte otras particularidades, si quisiera escribir solamente los milagros de las curaciones prodigiosas que ha obrado este santo mártir, el glorioso San Esteban, en la colonia Calamense y en la nuestra, fueru indispensable formar muchos libros, y, sin embargo, no sería posible recopilarlos todos, sino únicamente aquellos de los cuales nos han entregado memorias ó relaciones circunstanciadas para que se reciten y publiquen al pueblo. Quisimos que así se hiciese, advirtiendo que también en nuestros tiempos obraba Dios muchas señales y milagros muy semejantes á los antiguos, que no era conveniente ignorasen muchos. En atención á que no hace aun dos años que se puso en Hipona la