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La ciudad de Dios

Concedió allí mismo el santo mártir la salud á dos enfermos que padecían la gota, uno vecino de aquel pueblo y otro extranjero; aunque es cierto que el primero sano del todo, y el segundo supo por revelación lo que debía aplicarse cuando le doliese la pierna, y, en efecto, usando de esta medicina, luego cesaba el dolor.

En una aldea llamada Auduro hay una iglesia, y en ella una reliquia del mártir San Esteban. Unos bueyes desmandados con su carreta atropellaron con las ruedas á un muchacho pequeño que estaba jugando en las eras, y al momento, palpitando todo su cuerpo, expiró; pero cogiéndole su madre en los brazos, le presentó á San Esteban, y no sólo resucitó, sino que se halló libre sin lesión alguna de la desgracia pasada.

Una beata que vivía allí cerca en una granja denominada Caspaliana, cayó enferma, y desesperanzada de poder sanar, trajeron sa túnica á tocarla con la santa reliquia, y antes que volviesen con ella murió la enferma. Sin embargo, sus padres cubrieron el cuerpo difunto con la túnica, y recobrando el espíritu, se libertó de la muerte, resucitando sana y buena.

En Hipona, cierto hombre llamado Baso, natural de Syria, se puso en oración delante de la reliquia del mismo santo mártir, rogando por una hija que tenía enferma y en inminente riesgo, conduciendo á la capilla el vestido de la doliente, y ved aquí que llegan corriendo los criados de su casa con la fatal nueva de que era difunta eu hija; pero como estuviese aun Baso en oración, sus amigos que le acompañaban los detuvieron y ordenaron que no diesen tan triste noticia al padre, para evitar que fuese lorando amargamente por las calles al volver a su casa, que estaba ya llena de los llantos de los suyos; arrojando sobre la hija su vestido que traía consigo, resucitó y recobró nueva vida.