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San Agustín

cabellos retorcidos, los cuales entendía él que eran los demonios, y no obedeciéndolos, aunque le pisaron por su resistencia los pies, padeciendo acerbísimos dolores cuales jamás los habis sentido iguales, antes venciéndolos, no dilató el bautizarse, según lo había ofrecido, y en el mismo bautismo se libró, no sólo del dolor que le molestaba más cruelmente que nunca, sino también de la misma gota, y en lo sucesivo, aunque vivió después muchos años, jamás le dolieron los pies? Este milagro llegó á nuestra noticia y de algunos pocos cristianos que, por la proximidad, lo pudieron saber.

Un cierto eurubitano bautizándose, sanó, no sólo de una perlesia, sino también de una disforme hernia, y habiéndose librado de ambaa dolencias, como si no hubiera tenido mal alguno en su cuerpo, le vieron partir sano de la fuente de la regeneración. ¿Quién supo este prodigio, á excepción de los vecinos de Curubi, y de algunos pocos que lo pudieron oir casualmente en cualquiera parte? Habiéndolo entendido nosotros, por orden del santo obispo de Aurelio le hicimos venir á Cartago, aunque lo habíamos ya oído á personas de cuya fe no podemos dudar.

Hesperio, tribuno, que está en nuestra compañía, po— see en el territorio fusalense una granja llamada Zubedí, y habiendo sabido que los espíritus malignos molestaban su casa, afligiendo á las bestias y criados, rogó á nuestros presbíteros, estando yo ausente, que fuese alguno de ellos á expelerlos de allí con sus oraciones.

Fué uno y ofreció el santo sacrificio del cuerpo de Cristo, rogando á Dios cuanto pudo que cesase aquella vejación, y al instante por la misericordia de Dios cesó.

Consiguió éste de un amigo suyo un poco de tierra santa traída de Jerusalén, del paraje donde Cristo fué sepultado y resucitó al tercero día, la cual colgó en su aposentó, porque no le hiciesen también algún daño.