Página:La ciudad de Dios - Tomo IV.pdf/401

Esta página no ha sido corregida
399
La ciudad de Dios

que, habíéndola visto antes, sabía con toda seguridad que adolecía de aquel mal, la preguntó con grandes instancias le significase el remedio que había usado, deseando, á lo que se percibe, saber la medicina que obró más que el aforismo de Hipócrates. Y oyendo lo que había practicado, con voz ó tono como quien hace poco caso, y con un semblante tal que la buena señora temió dijese contra Cristo alguna palabra contumeliosa ó afrentosa, dicen que respondió con devoto donaire: «pensaba que me habíais de decir alguna cosa grande é inaudita». Y azorándose y temblando la señora oyendo esta contestación, añadió: ¿qué grande maravilla hizo Cristo en curar un zaratán, supuesto que resucitó un muerto de cuatro días? Oyendo yo esta respuesta, y sintiendo en el alma que un milagro tan estupendo como aquel sucediese en la insinuada ciudad, en aquella persona que no era de extracción baja y estuviese así encubierto, me pareció advertirla y aun reprenderla el silencio; pero habiéndome respondido que no lo había callado, pregunté á unas señoras matronas muy amigas suyas, que acaso entonces la acompañaban, si habían tenido antes noticia de este prodigio: quienes me respondieron que no tenían antecedentes de él, ni le habían sabido. Veis, dije yo, cómo lo habéis callado de manera que ni estas señoras con quienes tenéis tanta familiaridad lo han oído? Y porque sumariamente se lo había preguntado, hice lo refiriese todo según el orden de los acaecimientos delante de ellas, quedando todas admiradas y glorificando á Dios por su infinita piedad y misericordia.

¿Y quién tiene noticia de como en la misma ciudad un médico que padecía gota en los pies, habiendo dado su nombre para bautizarse, un día antes que recibiese la sagrada ablución prohibiéronle en sueños que se bautizase aquel año ciertos muchachos negros con los