Página:La ciudad de Dios - Tomo IV.pdf/395

Esta página no ha sido corregida
393
La ciudad de Dios

CAPÍTULO VIII

De los milagros que se obraron para que el mundo creyese en Cristo, y los que aun continúan obrándose, sin embargo de creer las gentes en el Señor.


¿Por qué causa (dicen) no se obran al presente aquellos milagros que predicáis se hicieron entonces? Pudiera congruamente responder que fueron absolutamente necesarios al principio, antes que creyese el mundo en Jesucristo, para que creyera realmente en su sana doctrina. El que todavía para establecer ó afirmar au creencia busca prodigios, no deja de ser él un gran prodigio, pues creyendo toda la tierra no cree él. Pero nos hacen esta objeción porque creamos que ni aun entonces se obraron aquellos milagros. Pregunto: ¿por qué razón se celebra en toda la tierra con tanta fe el grande misterio de haber subido Cristo al cielo con su propia carne? ¿Por qué en siglos tan ilustrados y que no admitían opinión que no fuese posible, creyó el mundo, sin milagros, sucesos milagrosamente increibles? ¿Acaso dirán que fueron verosímiles y que por lo mismo merecieron crédito? ¿Por qué motívo no los creen ellos? Bien breve y conciso es nuestro argumento; ó es positivo que al portento increible que no se veía le hicieron creible otros increibles, los cuales se hacían y observaban ocularmente, o verdaderamente, lo que era tan creible no tuvo necesidad de milagros para persuadir. Así se confunde y redarguye la nimia incredulidad de estos espíritus preocupados. Esto digo para confundir á los vanos y entusiastas, porque no podemos negar que se hicieron muchos milagros para comprobar aquel singular, grande y saludable prodigio con que Cristo con la misma carne en que resucitó subió á los cielos, mediante á