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San Agustín

güedad recibió las fábulas compuestas en ocasiones mál é impropiamente; pero estos tiempos, como son ya cultos, rechazando principalmente todo lo que es imposible, no las admiten». Uno de los hombres más doctos y elocuentes de su tiempo, Marco Tulio Cicerón, dice que se creyó milagrosamente la divinidad de Rómulo, porque los tiempos estaban ya ilustrados y no admitían las falsedades de las fábulas. ¿Y quién creyó que Rómulo fué dios, sino Roma, y esto siendo aun población reducida, y cuando comenzaba á cimentarse su futurs gloria? Porque después los descendientes hubieron de conservar en su memoria necesariamente las tradiciones que recibieron de sus predecesores, para que creciese la ciudad con la superstición que había mamado, en cierto modo con la leche de au madre, y llegando á poseer un imperio tan vasto y dilatado, de su cumbre y mayor elevación, como de un lugar más encumbrado, bañase con esta su opinión las otras na ciones á quienes dominaba. De suerte que, aunque éstas no lo creyesen, llamasen dios á Rómulo por no ofender el honor de la ciudad, á quien rendían vasallaje en asunto de su fundador, llamándole de otra manera que Roma, la cual creyó aquella patraña, no por afición al error, sino por amor desordenado á su fundador. Pero á Cristo, aunque es fundador de la Ciudad celestial y eterna, no porque la erigió le tuvo ésta por Dios, antes sí ha de irse fundando paulatinamente porque lo creyó.

Roma después de ya fundada y dedicada, veneró á su fundador como á díos, en el templo que le edificó; pero esta Jerusalén, para poderse fundar y dedicar, puso Cristo Dios su fundador en el fundamento de la fe.

Aquella amando á Rómulo, creyó que era dios: ésta creyendo que Cristo era Dios, le amó. Así como allá precedió el motivo para que Roma le amase y del amsdo creyese ya de buena gana aun el bien que era falso,