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San Agustín

ble que lo que estos ilusos creen. Porque, ¿qué razón hay para que no nos admiremos de que las almas incorpóreas, que son más excelentes que los cuerpos celestes, se junten y traben con los cuerpos terrenos, y sí de que los cuerpos terrenos vayan á las mansiones celestiales, siendo corpóreos, sino porque estamos acostumbrados á ver aquello formando lo que somos, y ésto aun no lo somos, ni hasta ahora jamás lo hemos visto? Bien reflexionado, hallaremos que es obra más admirable de la mano divina unir y trabar en cierto modo las corpóreas con las incorpóreas, que el jantar cuerpos con cuerpos, aunque sean diferentes, los unos celestiales y los otros terrenos.



CAPÍTULO V

De la resurrección de la carne, que algunos no creen, creyendo.


la todo el mundo.

Aunque haya sido increíble alguna vez, ya todo el mundo ha creído, menos unos cuantos incrédulos que se admiran de ello, que el cuerpo terreno de Cristo fué llevado á los cielos, y la resurrección de su carne, su ascensión y subida á las celestiales mansiones, dándole crédito los doctos é indoctos, los sabios y los ignorantes. Y si han creído lo que es digno de fe, adviertan cuántos son los que no creen. Y si han creído lo que es increible, también es increible que se haya creído así lo que es increible. Estas dos circunstancias increibles, es á saber, la primera la resurrección de nuestro cuerpo para siempre, y la segunda que una maravilla tan increible como ésta la había de creer el mundo, predijo el Señor que habían de suceder mucho antes que esta úl-