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La ciudad de Dios

y á Rómulo, de hombres mortales los habían colocado en el número de los dioses, asegura que sus cuerpos no subieron al cielo, mediante á que la naturaleza no sufre que lo que es de tierra se quede en otra parte que en la tierra. Esta es la razón principal de dichos sabios, quorum Dominus novit cogitationes, quoniam vane sunt, «cuyos pensamientos y discursos sabe el Señor que son vanos»». Si solamente fuéramos almas, esto es, fuéramos espíritus sin ningún cuerpo, y estando de asiento en el cielo no participáramos de cualidad alguna de las de los animales de la tierra, y nos dijeran que habíamos de venir á unirnos en estrecho vínculo con los cuerpos terrenos para animarlos, pregunto: ¿no arguyéramos con mucho mayor nervio y vigor para no dar asenso á esta doctrina, y diriamos que la naturaleza no tolera que una entidad incorpórea venga á unirse con lo que es corpóreo? Y, sin embargo, observamos que la tierraestá poblada de almas vegetantes, y que dan vida, con las cuales están unidos y enlazados con maravillosa armonía estos miembros terrenos. ¿Por qué causa, pues, queriendo el mismo Dios que formó este animal, no podrá ascender el cuerpo terreno á la altura del cuerpo celeste, si el alma, que es más aventajada y excelente que todos los cuerpos, y por consiguiente más que los cuerpos celestes, pudo unirse con el cuerpo terreno?

¿Acaso una partecilla terrena tan pequeña pudo unirse con objeto que fuese mejor para el cuerpo celeste para tener con él sentido y vida, y á esta misma que ya tiene sensación y vive se desdeñará el cielo de recibirla, ó admitiéndola no la podrá sufrir, sintiendo y viviendo ésta en virtud de un ente que es mejor que todos los cuerpos celestes? No se hace ahora esta maravilla, porque aun no ha llegado el tiempo en que quiso que se hiciese el que ha hecho lo otro, que por ser cosa que vemos no se la estima, aiendo mucho más admira-