Página:La ciudad de Dios - Tomo IV.pdf/375

Esta página no ha sido corregida
373
La ciudad de Dios

Y aquellos á quienes los tales reciben en los tabernáculos eternos, debemos confesar que no son de tal vida y costumbres que les baste su vida para libertarlos sin el sufragio é intercesión de los santos, y así en ello sobrepuja mucho la misericordia á la justicia. Mas no por eso debemos pensar que algún malvado y perverso que no haya mudado su vida en otra buena, ó más tolerable, sea admitido en los eternos tabernáculos y moradas, porque sirvió á los santos con la ganancia de la equidad, esto es, con el dinero ó con las riquezas que fueron mal adquiridas, ó, si bien adquiridas, no verdaderas, sino las que la iniquidad imagina que son riquezas; no conociendo cuáles son las verdaderas riquezas, de las cuales están abundantes y sobrados aquellos que reciben á los otros en las eternas moradas. Hay, pues, cierto género de vida, que ni es tan mala que á los que viven conforme á ella no les aproveche en parte para conseguir el reino de los cielos la larga liberalidad de las limosnas, con que sustentan la necesidad de los justos y se granjean amigos que lo reciban en los tabernáculos eternos, ni tan buena que les baste para alcanzar tan grande bienaventuranza, si por los méritos de aquellos cuya amistad granjearon no alcanzaren misericordia. Suele causarme admiración cuando advierto que aun en Virgilio se halla estampada esta sentencia del Señor, que dice: «Procurad grangearos amigos con la ganancia de la iniquidad, para que también ellos os acojan en las eternas moradas»; á la cual es muy parecida esta donde se dice: «el que recibe al profeta por el respeto y circunstancias de ser profeta, recibirá el galardón de profeta, y el que acoge al justo porque es justo, recibirá el premio de justo»».

Porque describiendo aquel poeta los campos Elíseos, donde suponen que habitan las almas de los bienaventurados, no solo puso allí á los que por sus propios