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San Agustín

y notando que dice vuestros pecados, no debemos imaginar otra cosa que los veniales, mediante á que los pecados de aquellos sujetos no eran ya graves. Pero ni aun los mismos graves, que de ningún modo se deben cometer, mejorando la vida y costumbres, se perdonan á los que piden perdón y oran, si no practican lo que allí se ordena: así como nosotros perdonamos á nuestros deudores; porque si los pecados mínimos, en que incurren hasta los más justos, no se perdonan de otra manera, ¿cuanto más los que estuvieren implicados en muchas y graves culpas, aunque desistan ya de cometerlas, no alcanzarán perdón si se mostrarea duros é inexorables en perdonar á otros los que hubieren pecado contra ellos? Dice el Señor: «si no perdonaseis á los hombres sus pecados, tampoco os perdonará á vosotros vuestro Padre», y á este intento hace lo que dice igualmente el apóstol Santiago: «que será juzgado y condenado sin misericordia el que no hizo misericordia».

Porque nos debemos de acordar al mismo tiempo de aquel siervo á quien alcanzó su Señor, ajustadas cuentas en diez mil talentos, y se los perdonó, mandandodespués que los pagase, porque no se había condolido de su compañero, que le debía cien dineros. En estos, que son hijos de promisión y vasos de misericordia, tiene lugar lo que dice el mismo Apóstol, «que la misericordia se exalta sobre la justicia». Pues hasta aquellos justos que vivieron con tanta santidad que tienen privilegio para recibir en los eternos tabernáculos á otros que granjearon su amistad por medio de la ganancia de la iniquidad: para que fuesen tales, los libró por la misericordia aquel que justifica al impío, é imputa esta merced y premio por cuenta de la gracia, y no del débito. Porque del número de éstos es el Apóstol, que dice: «que por la misericordia de Dios consiguó ser fiel ministro suyo».