Página:La ciudad de Dios - Tomo IV.pdf/371

Esta página no ha sido corregida
369
La ciudad de Dios

sericordioso con tu alma, agradando á Dios». Así que el que no hace esta limosna (que es agradar á Dios) por su alma, ¿cómo puede decirse que hace limosnas dignas por sus pecados? A este propósito es también aquella sentencia de la Escritura: «que el que es malo para sí, para ninguno puede ser bueno», mediante á que las limosnas son las que ayudan á las oraciones y peticiones; y así debemos advertir lo que leemos en el Eclesiástico: «hijo, si hubieres pecado, no pases adelante, antes ruega á Dios que te perdone las culpas ya cometidas». Luego se deben hacer las limosnas para que cuando rogásemos que nos remitan nuestros pecados pasados, seamos oídos, y no para que perseverando en ellos creamos que por las limosnas nos dan licencia para vivir mal.

Por eso dijo el Señor que había de hacer buenas (á los de la mano derecha) las limosnas que hubiesen distribuído, y cargo riguroso á los de la siniestra de las que no hubiesen hecho, para manifestarnos por este medio cuánto valen las limosnas para conseguir el perdón de los pecados pasados, no para cometerlos continuos y perpetuos libremente, y sin que les cueste otra molestia. Y no puede decirse que hacen semejantes limosnas los que no quieren enmendar su vida, apartándose de la ocasión y costumbre arraigada de pecar, que ya tienen como innata en su pervertido corazón. Porque en estas palabras: «cuando no hicisteis la limosna á uno de estos mis más mínimos síervos, á mí me la dejasteis de hacer»», nos manifiesta claramente que no la hacen: pues si cuando dan el pan á un cristiano hambriento se lo diesen como si realmente lo diesen al mismo Cristo, sin duda que á sí mismos no se negarían el pan de justicia, que es el mismo Jesucristo, porque Dios no mira á quién se da la limosna, sino con qué intención se da. Así que, el que ama á Cristo en el cris

Tomo IV.
24