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San Agustín

dos la limosna digna y cual es menester, porque si dijeran que cualquiera limosna era poderosa á alcanzar_ la divina misericordia para los pecados, así para los que se cometen cada día como para los enormes y para cualquiera abominable costumbre de pecar, de manera que el perdón siga cuotidianamente al pecado, echarían de ver que decían una cosa absurda y ridícula. Porque de esta suerte sería indispensable confesar que un hombre poderoso, con diez dineros que cada día diese de limosna, podría redimir los homicidios y adulterios, y cualesquiera otros delitos graves. Y si proferir semejante expresión es un absurdo y grave desatino, ciertamente que si quisiéramos saber cuáles son las limosnas dignas para conseguir el perdón de los pecados, de las cuales decía también aquel precursor de Cristo: «haced frutos dignos de penitencia», sin duda hallaremos que no las practican los que lastiman mortalmente su alma, cometiendo cada día graves culpas. Porque en materia de usurpar la hacienda ajena, es mucho más lo que hurtan, de lo cual dando una pequeña parte á los pobres, piensan que para este efecto apacientan y sirven á Cristo, es á saber, para que creyendo que han comprado de él, ó, por mejor decir, que cada día compran la libertad y licencia desenfrenada de cometer sus culpas y maldades, seguramente puedan ejecutar tantas abominaciones. Las cuales, cuando por una sola culpa mortal distribuyesen á los miembros necesitados de Cristo todo cuanto tienen, y no desistiesen de semejantes operaciones no teniendo caridad, «que no hace cosa mala», de nada les pudiera aprovechar. El que quisiere hacer limosnas dignas de la remisión de sus pecados, principie practicándolas en sí mismo; porque es cosa indigna que no las haga para sí el que las hace al prójimo, viendo que dice el Señor: «amarás á tu prójimo como á ti mismo», é igualmente «proeura ser mi-