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La ciudad de Dios

de distribuir por la remisión de sus culpas las limosnas y hacer las obras de misericordia necesarias, con ocasión de lo que dice el apóstol Santiago: «que será juzgado y condenado sin misericordia el que no hizo misericordia». Luego el que la ejerció, dicen, aunque no corrigió su mala vida y costumbres, sino que vivió impía y disolutamente, entre las mismas limosnas y obras de misericordia, con piedad será juzgado, de manera que, ó no sea condenado ó, despues de transcurrido algún tiempo, se libre de la última condenación. No por otro motivo piensan que Cristo ha de efectuar el apartamiento y división entre los de la mano derecha y los de la siniestra, sólo por la balanza de haber hecho á omitido las limosnas; de los cuales á los unos destinará á la posesión de su reino, y á los otros á los tormentos eternos. Y para persuadirse que se les pueden remitir los pecados que cometen sin cesar, por graves y enormes que sean, por el mérito de las limosnas procuran alegar en su favor la oración que nos dictó el mismo Señor; porque así como, añaden, no hay día en que los cristianos no digan esta oración, así no hay pecado alguno que se cometa cada día, cualquiera que sea, que por ella no se nos perdone cuando decimos: «perdónanos nuestras deudas», si procurásemos practicar lo que se sigue, asi como nosotros perdonamos á nuestros deudores». Porque no dice el Señor, según ellos, sí perdonáseis los pecados á los hombres los perdonará á vosotros vuestro Padre los pecados pequeños de cada día, sino «os perdonará vuestros pecados», cualesquiera que sean y cuantos quiera, aunque se cometan diariamente y mueran sin haber corregido ni enmendado su vida, entendiendo que por la limosna no se les niega el perdón, y presumiendo que les pueden ser perdonados.

Pero adviertan éstos que debe hacerse por los peca-