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La ciudad de Dios

fuego con que serán atormentados de día y de noche para siempre. Pero si después de la muerte de este cuerpo, hasta que lleguemos á aquel día que después de la resurrección de los cuerpos ha de ser el último en que se verificará la condenación y remuneración, si en este espacio de tiempo quieren decir que las almas de los difuntos padecen semejante fuego, y que no lo sienten las que no vivieron en este cuerpo, de manera que su leña, heno y paja se consuma. y que le sienten las que llevaron consigo tales fábricas, ya sea sólo allá, ya acá y allá, ya sea acá para que allá no hallen el fuego de la transitoria tribulación que les abrase y queme las fábricas terrenas, aunque sean veniales y libres del rigor de la condenación, no lo reprendo ó contradigo, porque quizá es verdad. También puede pertenecer á esta tribulación la misma muerte del cuerpo, la cual se engendró al cometerse el primer pecado, y la heredó á su tiempo cada uno, según la calidad de su edificio.

Pueden ser asimismo las persecuciones de la Iglesia con que fueron coronados los mártires, y las que padecen cualesquiera cristianos, porque éstas prueban como el fuego los unos y los otros edificios, y á los unos los consumen con sus edificadores si no hallan en ellos á Cristo por fundamento, y á los otros los consumen dejando á sus edificadores, si le hallan, porque, en efecto, aunque con daño, ellos se salvarán, y á otros no los consumen, porque los hallan tales que permanecen para siempre. Habrá también al fin del mundo en tiempo del Antecristo una tribulación sin igual. ¡Qué de edificios habrá entonces, así de oro como de heno, sobre el buen fundamento que es Cristo Jesús, para que aquel fuego pruebe á los unos y á los otros, dando á los unos contento y á los otros daño, sin destruir á los unos ni á los otros, por causa de la estabilidad y firmeza del fundamento! Cualquiera que prefiere á Cristo, no digo