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La ciudad de Dios

apartaron, aunque hayan edificado sobre este fundamento cualquiera vida, por perversa que sea, como leña, heno y paja (1) Asi que la fe recta es por la cual Cristo es el fundamento, aunque con daño, pues aquello que se edificó encima ha de ser abrasado; sin embargo, los podrá á lo último salvar alguna vez y librar de la eternidad de aquel fuego. Responde á éstos breve y concisamente el apóstol Santiago (2): «¿qué aprovechará que alguno diga que tiene fe si le faltan las obras?

¿Acaso sola la fe podrá salvarle?» ¿Y quién es (dicen) de quien dice el apóstol San Pablo (3): «él se salvará y cómo será sino por el fuego?» Busquemos, pues, quien sea éste; aunque es innegable no ser el que ellos piensan, porque no puede haber contradicción entre los dictámenes de los apóstoles el que dice que aun cuando uno tenga malas obras le salvará su te por medio del fuego, y el que asegura que si no tuviere obras, no le podrá salvar su fe.

Hallarémos quien pueda ser salvo y libre por el fuego, si primero indagamos qué es tener á Cristo por fundamento; lo cual para que al momento lo advirtamos con un ejemplo, debemos notar que en la construcción del edificio nada se antepone al fundamento ó cimiento. Cualquiera que tiene á Cristo en su corazón, de tal suerte que no le prefiere las cosas terrenas y temporales, ni aun las que son lícitas y permitidas, tiene á Cristo por fundamento; pero si se las antspone, aunque parezca que profesa la fe de Cristo, no es en el fundamento Cristo á quien semejantes cosas antepone. Además, si sin hacer mérito de los preceptos de su salvación ejecuta cosas ilícitas, es claro que no antepuso á Cristo, sino que le pospuso y menospreció, despreciando sus (1) San Pablo, I ep. á los Corintios, cap. III.

(2) Santiago, cap. II, v. 14, ep. Canon.

(3) San Pablo, I ep á los Corintios, cap. III, v. 15.