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San Agustín

y reprobados), sino lo que el Señor les permitiere, cuyos juicios eternos muchos son ocultos, pero ninguno injusto. Aunque los demonios no crían ni pueden criar naturaleza alguna cuando hacen algún portento, como los de que ahora tratamos y disputamos, sino que precisamente en cuanto á la apariencia mudan y convierten lo que ha criado el verdadero Dios, de manera que nos parezca lo que no es. Así que, por ningún pretexto ereeré que los demonios puedan convertir realmente con ningún arte ni potestad, no sólo el alma, pero ni aun el cuerpo humano en miembros ó formas de bestias, sino que la fantasía humana que varía también, imaginando ó soñando inumerables diferencias de objetos y, aunque no es cuerpo, con admirable presteza imaginá formas semejantes á los cuerpos, estando adormecidos ú oprimidos los sentidos corpóreos del hombre, puede hacerse que llegue por un modo inefable, y que se represente en figura corpórea al sentido de los otros, estando los cuerpos de los hombres, aunque vivos, predispuestos mucho más gravemente, y con más éficacia que si tuvieran los sentidos cargados y oprimidos de sueño. Y que aquella representación fantástica, como si fuera corpórea, se aparezca y represente en figura de algún animal á los sentidos de los otros, y que á sí propio le parezca al hombre que es tal como le pudiera suceder y parecer en sueños, y que le parezca que trae á cuestas algunas cargas, cuyas cargas, sin son verdaderos cuerpos, los traen los demonios para engañar á los hombres, viendo por una parte los verdaderos cuerpos de las cargas, y por otra los falsos cuerpos de los jumentos. Porque cierto hombre, llamado Prestancio, contaba que le había sucedido á su padre que, tomando en su casa aquel hechizo ó veneno en el queso, se tendió en su cama como adormecido, al cual, sin embargo, de ningún modo pudie-