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San Agustín

cuales sabe que son sus enemigos, la habrá para que, en aquel juício, tampoco ruegue por los hombres que han de ser condenados al fuego eterno, aunque esté en la mayor elevación y perfección de santidad; pues al presente ruega por los que entre los hombres se le muestran enemigos, porque es tiempo de poder hacer penitencia con fruto. ¿Y qué es lo que principalmente ruega por ellos, sino que les dé Dios, como dice el Apóstol, arrepentimiento y penitencia (1): «y que vuelva en sí y se libren de los lazos del demonio, que los tiene cautivos á su voluntad?» Finalmente, si la Iglesia tuviese noticia cierta de los que, viviendo todavía, están predestinados al fuego eterno con el demonio, tampoco rogaría por ellos, como no ruega por éste. Pero porque de ninguno está cierta, ruega por todos, digo, por los hombres sus enemigos que viven aún en este mundo, aunque no por todos sea oída; pues solamente lo es por aquellos que, aunque contradicen á la Iglesia, sin embargo, de tal manera están predestinados, que por ellos oye Dios á la Iglesia, y se hacen hijos de la Iglesia. Y si algunos tuvieren hasta la muerte el corazón impeni.tente, y de enemigos no se convirtierán en hijos, ¿por ventura la Iglesia ruega ya por estos, es decir, por las almas de los tales difuntos? Por cierto no. ¿Y por qué sino porque ya los tiene en cuenta de que son de la parcialidad del demonio, supuesto que interin vivieron no se transfirieron á Cristo? Pues la misma causa hay para que no se rece por los hombres que han de ser condenados al fuego eterno, que hay para que ni ahora ni entonces se rece por los ángeles malos; la que asimismo hay para que aunque al presente se reee por los hombres vivos, no obstante de que sean malos, con todo, no se ruegue por los infleles é impíos que son ya difuntos; (1) San Pablo, II ep. á Timoteo, cap. II.