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San Agustín

Porque si á los que ha de decir el Señor: «idos de mí, malditos, al fuego eterno, que está preparado al demonio y á sus ángeles» (I): ó todos, ó algunos de ellos no siempre han de estar allí. ¿Qué razón hay para que creamos que el demonio y sus ángeles no hayan de estar siempre allí? ¿Acaso, pregunto, la sentencia que pronunciará Dios contra los malos, así angeles como hombres, ha de ser verdadera contra los ángeles, y falsa contra los hombres? Porque así vendrá á ser sin duda si ha de valer más, no lo que dijo Dios, sino lo que 808pechan los hombres: y ya que esto no es posible, no deben argüir contra Dios, antes sí deben, mientras es tiempo, obedecer al precepto divino, los que quisieren escapar y librarse del tormento eterno. Además, ¿cómo se entiende tomar el tormento eterno por el fuego de largo tiempo, y creer que la vida eterna es sin fin, habiendo Cristo en un mismo lugar, y en una misma sentencia dicho, comprendiendo ambas cosas (2): «así irán éstos al tormento eterno, y los justos á la vida eterna»: si lo uno y lo otro es eterno, sin duda ó que en ambas partes lo eterno debe entenderse de largo tiempo con fin, á en ambas sin fin perpetuo; porque igualmente se refiere el uno al otro, por una parte el tormento eterno, y por otra la vida eterna? Y es un notable absurdo decir aquí donde es uno mismo el sentido, que la vida eterna será sin fin, y el tormento eterno tendrá fin. Y así, supuesto que la vida eterna de los santos será sin fin, á los que les tocase la desgracia de ir á los tormentos eternos, ciertamente no tendrá ésta fin.

(1) San Mateo, cap. XXV.

(2) San Juan, cap. III.