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La ciudad de Dios

de en medio de Babilonis, cuyo precepto profético debe entenderse espiritualmente, de forma que de la Ciudad de este siglo, que sin duda es una sociedad de ángeles malos y hombres impíos, nos apartemos, siguiendo la verdadera fe, que obra por amor, con sólo aprovechar espiritualmente en Dios vivo. Cuanto mayor viésemos que es la potestad de los demonios en estas cosas terrenas, tanto más firmemente debemos estar asidos del Medianero, porque subimos de estas cosas bajas y despreciables á las sumas y necesarias: pues si dijésemos que no debe darse. crédito á semejantes futilezas, no falta ahora quien diga que sucesos como estos, ó los ha oído por muy ciertos, ó los ha visto por experiencia; mediante á que aun nosotros, estando en Italia, hemos ofdo algunas cosas como estas de una provincia de aquellas regiones, donde decían que las mesoneras, instruídas en tales artes malas, solían dar en el queso á los viajeros que querían ó podían, cierta virtud con que inmediatamente se convertían en asnos, en que conducían lo que necesitaban, y, concluída su comisión, volvían en sí y á au antigua figura, y que no por eso su alma se transformaba en bestias, sino que se les conservaba la razón y humano discurso, así como Apuleyo, en los libros que escribió del Asno de oro, enseñó, ó fingió haber sucedido á él mismo, que, tomando el brevaje ó poción destinada á este efecto, quedando en su estado la razón de hombre, se formó y convirtió en asno. Estas transformaciones, ó son falsas, ó tan inusitadas, que, con razón, no merecen crédito.

Sin embargo, debemos creer firmemente que Dios Todopoderoso puede hacer todo cuanto quiere, ya sea castigando, ya sea premiando, y que los demonios no pueden obrar maravilla alguna, atendida solamente su potencia natural (porque ellos son asimismo en la naturaleza ángeles, aunque por su propia culpa malignos TOMO IV.

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