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La ciudad de Dios

calidad y especie que sean, á cualesquiera ángeles, de cualquiera calidad y género que fuesen, sino que vieron que no se podía anular la sentencia diviná, la que dijo el Señor que había de pronunciar en el último juicio, diciendo (1): «idos de mí, malditos, al fuego eterno que está preparado para el demonio y sus ángeles»; porque en estos términos el demonio y sus ángeles han de arder con fuego eterno, como está escrito en el Apocalipsis (2): «el demonio que los engañaba, fué echado en un estanque de fuego y azufre, donde también labestia y los pseudos profetas serán atormentados de día y de noche por los siglos de los siglos»: lo que allá dijo eterno, aquí lo llamó siglos de los siglos. Con estas palabras la Sagrada Escritura no suele significar sino lo que no tiene fin de tiempo; por lo cual absolutamente no puede hallarse otra causa ni más justa ni más manifiesta, porque en nuestra verdadera religión tenemos y creemos firme é irrevocablemente que ni el demonio ni sus ángeles jamás han de tener regreso á la justicia y vida de los santos; sino porque la Fscritura, que á nadie engaña, dice que Dios no los perdonó, y que en el ínterin los condenó con anticipación, de forma que los arrojó y encerró en las tenebrosas cárceles del infierno, para guardarlos y castigarlos después en el último y final juicio (3), cuando los recibirá el fuego eterno, donde serán atormentados por los siglos de los siglos. Siendo esto, así, ¿cómo se han de escapar (4) y librar de la eternidad de esta pena todos ó algunos hombres después de cualquiera tiempo, por largo que sea, sin que quede sin vigor y fuerza la fe con que creemos que ha de ser eterno el castigo y tormento de los demonios?

(1) San Mateo, cap. XXV.

(2) Apocolipais, cap. XX.

(3) San Pedro, II ep., cap. II.

(4) Apoculipris, cap. XX.