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San Agustín

CAPÍTULO XVII

De los que piensan que las penas del hombre no han de ser eternas.


Ya advierto que conduce tratar y disputar aquí en sana paz con nuestros misericordiosos antagonistas, que no quieren creer que todos aquellos á quienes el justísimo Juez ha de juzgar por dignos del tormento del infierno, ó algunos de ellos hayan de padecer pena que sea eterna, sino creéis que después de ciertos plazos designados, más largos ó más cortos, según la calidad del pecado de cada uno, al cabo han de salir de allí libres. En lo cual sin duda se mostró demasiado misericordioso Orígenes, creyendo que el mismo demonio y sus ángeles, después de graves y dilatados tormentos habían de salir de aquellas penas, y venir á juntarse con los santos ángeles. Pero la Iglesia con justa causa reprobó á Orígenes por esta falsa doctrina, como también por otras causas justas, y especialmente por las bienaventuranzas y miserias alternativas sin cesar, y por las interminables idas y venidas de éstas á aquéllas y de aquéllas á éstas, en ciertos intervalos de siglos; pues aun esto en que parecía misericordioso, le perdió, mediante á que fabrico á los santos unas verdaderas miserias con que pagasen sus penas, y unasfalsas bienaventuranzas en que no tuviesen gozo verdadadero y seguro, esto es, que fuese eierto, y sin temor de perder el bien eterno. Pero muy distinta doctrina es aquella en que yerra con humano afecto la miseicordia de los que imaginan que las miserias de los hombres condenados en aquel juicio han de ser temporales, y la felicidad de todos los que se han de salvar tarde o temprano, eternas. Cuya opinión, si es buena y