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La ciudad de Dios

guerra, donde caro concupiscit adversus spiritum, et spiritus adversus carnem, «la carne aspira contra el espíritu y el espíritu contra la carne»; cuya guerra nunca la hubiera si la naturaleza humana hubiese perseverado con el libre albedrío en la rectitud en que Dios la crió.

Pero como cuando era feliz no quiso tener paz con Dios, ahora que es infeliz pelea consigo, y esto, aunque es también un mal miserable, con todo, es mejor y más tolerable que los primeros años é infancia de esta vida. Porque mejor es lidiar con los vicios, que no que sin ninguna lid ni contradicción dominen y reinen. Mejor es, digo, la guerra con esperanza de la paz eterna, que el cautiverio sin ninguna esperanza de libertad. Bien que deseemos carecer también de esta guerra y nos encendamos con el fuego del divino amor para gozar aquella ordenada paz, donde con constante firmeza lo que es inferior y más flaco se sujeta á lo mejor. Pero si (lo que no quiera Dios) no hubiese esperanza alguna de un bien tan grande, debiéramos querer más vivir en la aflicción y molestia de esta guerra que readirnos, y dejar á los vicios, no haciéndoles resistencia, el dominio sobre nosotros.



CAPÍTULO XVI

Debajo de qué leyes de gracia están todas las edades de los reenjendrados.


Es tan grande la misericordia de Dios para con los vasos de misericordia que tiene preparados para la gloria, que aun en la primera edad del hombre, esto es, la infancia, que sin hacer resistencia alguna está sujeta á la carne, y en la segunda, que se llama pubertad, en la