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San Agustín

del enorme pecado que se cometió en el Paraíso, y que todo cuanto se hace con nosotros por vitud del Nuevo Testamento no pertenece sino á la nueva herencia de la futura vida, para que, recibiendo en la presente la prenda, alcancemos á su tiempo aquella felicidad por que se nos dió la prenda para que ahora vivamos con esperanza, y aprovechando de día en día, mortifiquemos con el espíritu las operaciónes de la carne. Porque (1) «sabe el Señor los que son suyos, y que todos los que se mueven por el espíritu de Dios son hijos de Dios», aunque lo son por gracia, no por naturaleza.

Pues el que es único y solo por naturaleza Hijo de Dios por un efecto de su misericordia y por nuestra redención se hizo Hijo del hombre, para que nosotros, que somos por naturaleza hijos del hombre, nos hiciéramos por su gracia y mediación hijos de Dios. Porque en perseverando en sí inmutable, recibió de nosotros nuestra naturaleza, á efecto de podernos recibir en ella y sin dejar su divinidad, se hizo partícipe de nuestra fragilidad, p 1, para que nosotros, transformados en un estado más floreciente, perdiésemos, por la participación de su inmortalidad y justicia, el ser pecadores y mortales (2), y llenos del sumo bien conservásemos en la bondad de su naturaleza el bien que obró en la nuestra. Porque así como por un hombre pecador llegamos á ese mal tan grave, así por un Hombre Dios justificador vendremos á conseguir aquel bien tan sublime. Ninguno debe confiar y presumir que ha pasado de este hombre pecador á aquel Hombre Dios, sino cuando estuviere ya donde no habrá tentación, y cuando tuviere y poseyere aqueIla paz que busca por medio de muchas batallas en esta (1) San Pablo, ep. á los Romanos, cap. VIII, y á Timotheo, cap. II, v. 10.

(2) San Pablo, epistola á los Romanos, cap. V.