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La ciudad de Dios

poco aquella risa, por no ser natural, sino monstruosa, le anunció felicidad alguna; porque, según dicen, fué inventor de la mágica, la cual le aprovechó muy poco ni aun contra sus enemigos, para poder gozar siquiera de la vana felicidad de la vida presente, pues le venció Nino, rey de los Asirios. Por todas circunstancias, lo que dice la Escritura (1): «Grave es y muy pesado el yugo que han de llevar los hijos de Adán desde el día que salen del vientre de su madre hasta que vuelven á la sepultura, que es la madre común de todos»; es tan infalible que se haya de cumplir, que los mismos niños que están libres ya del vínculo, que sólo tenían por el pecado original por virtud del bautismo; entre otros muchos males que padecen, algunos también son acosados y molestados en ocasiones por los espíritua malignos. Aunque no creemos que este padecimiento puede ofenderles después que acaban la vida por causa de él en dicha edad.



CAPÍTULO XV

Que todo lo que hace la gracia de Dios, que nos libra del abismo del antiguo mal, pertenece á la novedad del siglo faturo.


Es aquel grave yugo que llevan sobre sí los hijos de Adán, desde el día que salen del vientre de su madre hasta que vuelven á la sepultura, que es el vientre de la madre común de todos; se halla el medio miserable á que se ajusta nuestra vida para que entendamos que se nos ha hecho penal y como un purgatorio por causa (2) Evlesiastes, cap. XL.