Página:La ciudad de Dios - Tomo IV.pdf/334

Esta página no ha sido corregida
332
San Agustín

dijimos arriba que se les perdona en la futura, esto es, que no lo pagan con la pena eterna del siglo venidero.



CAPÍTULO XIV

De las penas temporales de esta vida, á que está sujeta la naturaleza humana.


Rarísimos son los que no pagan alguna pena en esta vida, sino solamente después en la otra. Y aunque yo he conocido á algunos, y de estos he oído que hasta la . decrépita senectud no han sentido ni una leve calentura, pasando su vida en paz, tranquilidad y salud robusta; sin embargo, la misma vida de los mortales, toda ella no es otra cosa que una interminable pena, porque toda es tentación, como lo dice la Sagrada Escritura (1): «tentación es la vida del hombre sobre la tierra», mediante á que no es pequeña pena la misma ignorancia é impericia, la cual. en tanto grado nos parece que debe huirse, que con penas llenas de dolores acostumbramos apremiar á los niños á que aprendan alguna facultad ó ciencia. Y el mismo estudio á que los compelemos con los castigos les es á ellos tan penoso, que á veces quieren más sufrir las mismas penas con que los forzamos á que estudien, que aprender cualquiera ciencia. ¿Quién no se horrorizará y querrá antes morir, si le dan á escoger una de dos cosas, ó la muerte, ó volver otra vez á la infancia? La cual no da principio á la vida riendo, sino llorando sin saber la causa, anunciando así los males en que entra. Sólo Zoroastro, rey de los Bactrianos, dicen que nació riendo, aunque tam(1) Job, cap, VII, v. 1.