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San Agustín

cias á Dios, el que gratuitamente y por singular fineza nos hace la merced de libertarnos de aquella perpetua carcel.



CAPÍTULO XIII

Contra la opinión de los que piensan que á los pecadores se lex dan las penas después de esta vida, á fin de purificarlos.


Los platónicos, aunque no enseñan que haya pecado alguno que quede sin condigno castigo, opinan que todas las penas se aplican para la enmienda y corrección, así las que dan las leyes humanas como las divinas, ya sea en la vida actual, ya en la futura, cuando acontece que, ó se perdone aquí á alguno su culpa ó le castiguen de suerte que en la tierra no quede enteramente corregido y enmendado. Conforme á esta doctrina es aquella expresión de Marón, cuando habiendo dicho de los cuerpos terrenos y de los miembros enfermizos y mortales, que á las almas (1) «de aquí les proviene el temer, 'desear, dolerse, alegrarse, y que estando en una tenebrosa y obscura carcel, no pueden desde allí contemplar su naturaleza». Prosiguiendo, dice: «que aun cuando en el último día las deja esta vida; con todo, dice, no se despide de ellas toda la desventura ni se les desarraiga del todo el contagio que se les pegó del cuerpo, y es preciso que muchas cosas que con el tiempo se han forjado en lo interior, como si las hubieran injertado, hayan ido brotando y creciendo maravillosamente.

Así que padecen sus tormentos y pagan las penas de los pasados yerros, y unas tendidas y suspensas en el aire, (1) Virg., lib. VI. Eneida.