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La ciudad de Dios

CAPÍTULO XII

De la grandeza de la primera culpa, por la cual se debe eterna pena á todos los que se hallaren fuera de la gracia del Salvador.


La pena eterna parece dura é injusta al sentido humano, porque en esta flaqueza de los sentidos enfermizos y mortales nos falta aquel sentido de la altísima y purísima sabiduría con que podamos advertir la impie dad y maldad tan execrable que se cometió en la primera culpa; porque cuanto más gozaba el hombre de Dios, con tanta mayor iniquidad dejó á Dios y se hizo digno de un mal eterno, el que desdijo en sí el bien que pudiera ser eterno. Por eso fué condenada toda la deseendencia del linaje humano, pues el que primeramente cometió este crimen fué castigado con toda su posteridad, que entonces estaba arraigada en él, para que ninguno escapase de este justo y merecido castigo sino por la misericordia y no debida gracia, y el linaje humano se dispusiese de manera que en algunos se manifieste lo que puede la piadosa gracia y en los demás lo que el justo castigo. Estas dos cosas juntas no se podían realizar en todos, pues si todos vinieran á parar en las penas de la justa condenación, en ninguno se descubriera la misericordiosa gracia del Redentor.

Por otra parte, si todos pasaran de las tinieblas á la luz, en ninguno se mostrara la severidad del castigo; siendo muchos más los castigados que los que participan de la gracia, para darnos á entender en esto lo que de razón se debía á todos, y si á todos se les recompensara como merecían, nadie justamente pudiera reprender la justicia del que así los castigaba. Pero como son tantos los que escapan libres, tenemos motivo para dar gra-