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La ciudad de Dios

calabro en el camino, siendo rotos y deshechos con diversas y fatales pérdidas y desastres, y, sin embargo, aun con algunos de ellos acrecentaban el número de sus dioses; pues instituyeron por dios á Diómedes, y por disposición y castigo del cielo, dicen, que no volvió á su tierra, afirmando también que sus compañeros se convirtieron en aves y testificando este suceso, no con ficción fabulosa ó poética, sino con autoridad histórica; á los cuales compañeros, siendo ya dios, según creyeron los ilusos, no los pudo restituir la forma humana, ó á lo menos, como recién entrado en el cielo, no pudo conseguir esta gracia de su rey Júpiter. Además aseguran haber un templo suyo en la isla Diomedea, no muy distante del monte Gargano, situado en Apulia, y que estas aves andan volando alrededor de este templo, y que asisten allí continuamente, ocupándose en un ministerio tan santo y admirable, que llenan los picos de agua y le rocían, y si acontece llegar allí algunos griegos, ó descendientes de griegos, no sólo están quietas, sino que los alagan y acarician; pero si acaso llegan otros de otra nación, acometen á sus cabezas y los hieren tan gravemente, que é veces los matan; porque aseguran que con sus fuertes y grandes picos están suficientemente armadas para poder realizar esta empresa.



CAPÍTULO XVII

Lo que creyó Varrón de las increibles transfiguraciones de los hombres.


En confirmación de esto reflere Varrón otras particularidades no menos increíbles de aquella famosísima maga, llamada Circe, que convirtió los compañeros de